Estás
frente a la montaña rusa más grande que has visto en tu vida, sus
bajadas parecen caída libre y no alcanzas a contar la cantidad de
veces que estarás boca abajo. Llega tu turno. Primero apoyas la mano
en sus hierros y sientes el metal frío, aún puedes dar la vuelta,
pero te quedas. Una pierna se deja caer dentro del coche, le sigue la
otra y te sientas. Aún no has logrado descifrar el miedo cuando unos
hierros te inmovilizan. Ya no puedes escapar. Cierras los ojos y
empiezas lentamente a subir la primera cuesta...