Cualquier
parecido con la realidad puede ser ficción... o no.
Estos
magníficos personajes, han salido a pasear, se han aburrido de estar
en las mismas páginas y andan buscando acción.
Así
que, lectores de 'El cartero del mar', si algún personaje
desaparece, quizá se encuentre dentro de este relato.
La
mente no se jubila
La
cabeza alta, sonriente, conservando el porte juvenil, pero mucho más
envejecido. Se veía en sus manos, en su escasa cabellera gris, en su
cara de haber visto demasiado. Sin embargo, seguía dando largas
caminatas en las que nadie podía seguir su ritmo. En eso no había
cambiado.
Un
hombre del siglo pasado. Armando, mi padre.
-Armando,
como está usted hombre.
-De
maravilla. En un chiringuito, enfrente del mar. ¿Quién necesita
más?
-Yo,
Armando, yo necesito más –respondió Manolo sentándose a su lado.
Mi
padre, hacía dos semanas que esperaba esta visita, aunque Manolo no
tuviera ni idea.
A
pesar de que mi padre era un ingenuo y se enteraba de poco en lo
referente a la vida familiar. En los negocios era más espabilado que
el hambre. Precisamente eso fue lo que le permitió conservar la
barriga llena, cuando aún era un niño en un mundo de adultos hambrientos. Porque la picardía y la suerte nunca han abandonado a mi
padre. O por lo menos, eso era lo que decía Manolo, treinta años
más joven que él.
-Hace
un mes abrí un bar, los primeros días se llenó de gente, pero
entonces, el traicionero de mi cuñado, abrió otro bar igualito al
mío en la calle de enfrente y toda la clientela se fue, como si me
hubiera vuelto transparente. ¿Qué hago Armando?
-Yo no he tenido bares -una chispa brilló en sus ojos-, pero déjame pensar... Mañana me pasaré por tu
bar a probar esas comidas, a lo mejor ahí está el problema.
Al
día siguiente mi padre llegó puntual a la hora del almuerzo.
-Creo
que tengo la respuesta –afirmó mi padre, una vez que comió a
gusto y se tocó la barriga satisfecho–. Mañana volveré con mi
mujer y por favor, pon un poco de música de fondo y que sea de los
80.
Al
día siguiente también mi madre comió gratis y a cambio enseñó a
Manolo a preparar su mejor receta de pollo al pimentón.
Pasó
otro día más y llegó con mi hermana, porque en todo bar se
necesita una buena receta vegetariana, se justificó mi padre. Y
después de ese día fui yo la que le acompañé, donde también se
sumó mi hija Julia y mi madre, la pasta era algo que no podía
fallar en una casa con niños.
Incluso
esa misma semana trajimos de invitada a Stella, que preparaba el
Salmón como nadie, no nos olvidemos que regentó un restaurante. De
paso, limpió su bar de malas energías dejando un intenso olor a
incienso.
Manolo
empezaba a mosquearse, mi familia llevaba una semana comiendo de
gorra, a cambio de recetas caseras.
Cuando
mi padre estaba degustando una de calamares con mi hija Julia, Manolo
se sentó muy serio a su lado.
-Armando,
esto no me queda nada claro, por ahora todos son gastos.
-Claro,
primero hay que invertir. Ahora viene la jugada maestra.
Manolo
aun conservaba una pequeña esperanza y le escuchó atentamente.
-Este
sábado, festejaremos la nueva inauguración del local, voy a traer a
todos mis amigos, por supuesto todos estarán invitados. Serán unas
60 personas.
Manolo
se llevó las manos en la cabeza. Pero que podía hacer, si ya estaba
todo perdido...
-Te
aseguro que después de ese día vas a triunfar y tu cuñado no
volverá a hacerte sombra.
El
sábado, ante el recelo de Manolo y con la sensación de que le
estaban tomando el pelo. Mis padres celebraron su 40 aniversario.
Fue
tanto el jolgorio y la alegría que se vivió entre una mesa y otra,
donde la bebida y el baile iban al compás, que la voz corrió
rápidamente y el negocio de Manolo se popularizó en seguida. 'Al
ritmo de la comida casera', rezaba el cartel en la entrada.
Mi
padre seguía comiendo de balde en el bar de Manolo, aunque ahora
frecuentaba mucho más los lugares donde había agencias de viajes.
Tenía un nuevo objetivo: viajar gratis alrededor del mundo en su 41
aniversario.
Mi
madre siempre había dicho, que la jubilación le dejaba demasiado
tiempo libre...
Dedicado
a mi padre.