viernes, 22 de enero de 2016
Prólogo
Prólogo
La noche que Patricia convocó a los espíritus para que se comunicaran conmigo, fue la noche más extraña de mi vida. A largas horas de la noche el insomnio se transformó en un duermevela, aproveché los momentos de conciencia para describir en una libreta las imágenes que se me aparecían furtivamente. Me impresioné mucho cuando al día siguiente, leí una frase que no recordaba haber escrito: 'Unos ??? los dominaban para enseñarles como sus Maestros, cuando se unan los 4 descubrirán su origen y objetivo' y aún más grande fue mi asombro cuando Patricia, la médium, me señaló con el dedo, luego a mi hermana, a Stella, y a ella misma, y dijo: ‘somos nosotras'. A lo largo del libro esta frase me ha mantenido expectante, segura de que en algún momento el libro me revelaría aquel enigma. Porque aunque parezca raro, este libro se ha escrito solo, ha guiado mis palabras y el momento en el que escribir, ha esperado paciente a que estuviera preparada para dar el siguiente paso, me ha llenado de experiencias asombrosas y he creído en él, en su fuerza, en el poder del amor y del espíritu donde el tiempo y el espacio dejan de tener significado. Me ha enseñado que el sufrimiento físico es inevitable, pero también me ha mostrado el camino hacia lo eterno, la increíble conexión que podemos llegar a tener con los espíritus que nos rodean. A pesar de todo lo que supuso para mí el libro. Y supuso descubrir un mundo. La frase de la libreta no terminaba de encajar del todo, y por ese motivo no sentía que estaba completo, no hasta que leí el libro de Deepak Chopra del Sincrodestino. Entonces se me reveló una verdad mágica: ‘Cada coincidencia que ocurre en nuestra vida es portadora de un mensaje sobre el potencial milagroso de cada instante’. ‘Las coincidencias son pistas que nos indican la voluntad del universo’. Entendí que nuestra vida está rodeada de potencial, qué solo hay que imaginar lo que queremos, para que el universo se preocupe de tejer una extraordinaria tela que llegue a lugares y personas inimaginables y así crear la oportunidad de convertir esa idea en realidad. Todos estamos relacionados entre sí, todos formamos parte de una misma energía. ¿Cómo si no yo hubiese podido llegar a escribir este libro, si mi hermana casualmente no hubiese escuchado en la calle hablar de las flores de Bach; y si Stella al testarle las flores de Bach no le hubiese contado que quería ayudar a otras personas dando a conocer la experiencia espiritual que había vivido con su padre; y si Patricia no hubiese descubierto que era Mediúm y que se comunicaba con el espíritu del padre de Stella; y si a mis 33 años no hubiese tenía un sueño mientras dormía que provocó en mí la necesidad incontrolable de escribir? Ahora sé que todo es posible, el universo está lleno de potencial puro. Stella pensó en el libro y una pequeña semilla resurgió del pensamiento e hizo que el universo formara una red de casualidades que llegaron directamente a mí, directamente a Stella, directamente a mi hermana, directamente a Patricia,… el sueño se transformó en realidad cumpliendo así el objetivo y dando sentido a la frase. Y ahora me pregunto si el deseo de ayudar a otras personas con la historia del libro seguirá tejiendo coincidencias que se convertirán en realidad, por que como dice Deepak: 'No existen coincidencias vacías de sentido'
La noche que Patricia convocó a los espíritus para que se comunicaran conmigo, fue la noche más extraña de mi vida. A largas horas de la noche el insomnio se transformó en un duermevela, aproveché los momentos de conciencia para describir en una libreta las imágenes que se me aparecían furtivamente. Me impresioné mucho cuando al día siguiente, leí una frase que no recordaba haber escrito: 'Unos ??? los dominaban para enseñarles como sus Maestros, cuando se unan los 4 descubrirán su origen y objetivo' y aún más grande fue mi asombro cuando Patricia, la médium, me señaló con el dedo, luego a mi hermana, a Stella, y a ella misma, y dijo: ‘somos nosotras'. A lo largo del libro esta frase me ha mantenido expectante, segura de que en algún momento el libro me revelaría aquel enigma. Porque aunque parezca raro, este libro se ha escrito solo, ha guiado mis palabras y el momento en el que escribir, ha esperado paciente a que estuviera preparada para dar el siguiente paso, me ha llenado de experiencias asombrosas y he creído en él, en su fuerza, en el poder del amor y del espíritu donde el tiempo y el espacio dejan de tener significado. Me ha enseñado que el sufrimiento físico es inevitable, pero también me ha mostrado el camino hacia lo eterno, la increíble conexión que podemos llegar a tener con los espíritus que nos rodean. A pesar de todo lo que supuso para mí el libro. Y supuso descubrir un mundo. La frase de la libreta no terminaba de encajar del todo, y por ese motivo no sentía que estaba completo, no hasta que leí el libro de Deepak Chopra del Sincrodestino. Entonces se me reveló una verdad mágica: ‘Cada coincidencia que ocurre en nuestra vida es portadora de un mensaje sobre el potencial milagroso de cada instante’. ‘Las coincidencias son pistas que nos indican la voluntad del universo’. Entendí que nuestra vida está rodeada de potencial, qué solo hay que imaginar lo que queremos, para que el universo se preocupe de tejer una extraordinaria tela que llegue a lugares y personas inimaginables y así crear la oportunidad de convertir esa idea en realidad. Todos estamos relacionados entre sí, todos formamos parte de una misma energía. ¿Cómo si no yo hubiese podido llegar a escribir este libro, si mi hermana casualmente no hubiese escuchado en la calle hablar de las flores de Bach; y si Stella al testarle las flores de Bach no le hubiese contado que quería ayudar a otras personas dando a conocer la experiencia espiritual que había vivido con su padre; y si Patricia no hubiese descubierto que era Mediúm y que se comunicaba con el espíritu del padre de Stella; y si a mis 33 años no hubiese tenía un sueño mientras dormía que provocó en mí la necesidad incontrolable de escribir? Ahora sé que todo es posible, el universo está lleno de potencial puro. Stella pensó en el libro y una pequeña semilla resurgió del pensamiento e hizo que el universo formara una red de casualidades que llegaron directamente a mí, directamente a Stella, directamente a mi hermana, directamente a Patricia,… el sueño se transformó en realidad cumpliendo así el objetivo y dando sentido a la frase. Y ahora me pregunto si el deseo de ayudar a otras personas con la historia del libro seguirá tejiendo coincidencias que se convertirán en realidad, por que como dice Deepak: 'No existen coincidencias vacías de sentido'
jueves, 21 de enero de 2016
Stella, una protagonista muy especial (Personaje: Stella)
miércoles, 20 de enero de 2016
Un Personaje Secundario que querrás conocer (Personaje: La hermana)
martes, 19 de enero de 2016
Mi primer muerto llevaba zapatos de charol (Personaje: Stella)
domingo, 10 de enero de 2016
Primer capítulo
El cartero del mar
Capítulo —1
Con mis amigas había hablado de casas
abandonadas en las que se escuchaban voces siniestras, de lo
terrorífica que resultaba la película “El exorcista” o de la
posibilidad de que existiera el túnel después de la muerte. Lo que
nunca había hecho era visitar a una médium, ni a una espiritista,
ni había ido a que me leyeran el Tarot, ni siquiera la mano. Tampoco
me habían ofrecido escribir un libro basado en vivencias del más
allá. Nunca hasta hoy.
Mi hermana estaba al volante, no había puesto música pero
tarareaba una canción.
—Para de una vez. Me estás agujereando la cabeza.
Encendió la radio y siguió cantando. La di
por perdida e intenté pensar más alto.
Era consciente de que mi experiencia
como escritora se reducía a unos cuantos relatos, una novela sin
publicar y otra en sus comienzos. Pero eso no me hizo decaer, al
contrario, me apasionó la idea de meterme en la vida de otra persona
tan diferente a la mía. El desafío me atraía tanto como el cúmulo
de acontecimientos que me llevaron a conocer a mi protagonista, que
empezó cuando mi hermana oyó hablar de las flores de Bach en la
calle. Ella, que buscaba incesantemente la armonía entre el cuerpo y
alma, no podía dejar escapar la oportunidad de preguntar y... Así
llegó a Stella.
Volví a perder mis pensamientos cuando mi hermana se metió en una
calle estrecha.
—Nos estamos acercando.
Empecé a sentir un hormigueo en la barriga. Dejamos atrás la
señalización de una iglesia, pasamos por un barrio de casas
blancas, dobló una esquina y paró frente a una de ellas. La puerta
estaba forjada en hierro, en medio había un picaporte en forma de
mano. Mi hermana no alcanzó a llamar porque una mujer de pelo negro
azabache y ojos penetrantes nos saludó eufórica al abrir la puerta.
Abrazó a mi hermana, me miró sonriente y me abrazó también.
—Me alegra conocerte —dijo cuando se separó y se volvió hacia
mi hermana para hablar. Yo calculé que tendría unos 50 años.
Las seguí mientras atravesamos un
patio. Estaba tan sorprendida por la energía que irradiaba
aquella mujer que ni siquiera escuche de qué hablaban. Cuando
entramos en la casa, un mar de fotos nos observaron como
pequeños espías desde el aparador. No quise fisgonear demasiado y
me limité a seguirlas hasta el comedor. En el centro de la mesa se
levantaba la foto en blanco y negro de un hombre. Me quedé mirándole
y Stella me confirmó que era su padre. Era un señor apuesto, con un
porte elegante, que me recordó a una estrella de cine de otra época.
La vela encendida frente a su foto le iluminaba sin violar su
semblante. A su alrededor había piedras, en su mayoría grises. Me
quedé mirando una de ellas, su forma de corazón me llamó la
atención.
—Son mensajes de amor que me mandan del otro mundo. Todas tienen
forma de corazón —me contestó Stella sin esperar la pregunta.
Todo era
demasiado extraño. Me alegré de que mi hermana me hubiera
acompañado. Nos sentamos alrededor de la mesa. Me estaba preguntando
a mí misma qué hacía ahí cuando sonó el timbre. Una mujer rubia
de rasgos ingleses entró.
—Es Patricia, la médium —nos
presentó Stella.
Intenté buscar su lado místico, pero solo vi una mujer de edad
media que transmitía calma. Stella le pidió que eligiera dónde
sentarse y lo hizo al lado de mi hermana, frente a mí.
Decidí ser práctica y saqué la grabadora.
—No es el momento —me
paró Stella con la mano. Miró la foto en blanco y negro —Aquí
está él, con nosotras —dejó la frase en el
aire, como si el comentario hubiese sido ‘qué calor hace
hoy’ o ‘ya es miércoles’.
Intenté no sugestionarme.
—El encuentro con el espíritu de tu padre tuvo que ser muy
emocionante —indagué.
—Fue mucho más que un encuentro —sus ojos brillaban—. La
vida nos trasmite mensajes continuamente, y también los muertos
—Patricia la sonrió—. La casualidad no existe.
Miré la foto, que me imponía todo lo que un muerto puede imponer
cuando se habla de él.
Escuché a Stella con atención, sin tratar
de preguntarme si lo que decía tenía algún sentido para mí. Un
ruido de roce constante me hizo volverme hacia mi hermana, sus manos
se movían nerviosas como si las estuviera lavando.
—Creo que siento algo. Tengo escalofríos
—dijo abrazándose—. ¿Hay alguien más? —preguntó mirando de
un lado a otro.
—Estamos rodeados de almas —respondió la médium, con un agudo
acento inglés, mirando pausadamente la habitación. Y yo me fijé en
la llama de la vela que seguía encendida, pero no sentí nada.
Stella le puso una mano en el hombro a mi hermana, supongo que para
transmitirle tranquilidad, y siguió hablando de las almas. Yo me
limitaba a oírla sin entender demasiado. De vez en cuando miraba de
reojo la habitación y movía la cabeza afirmando.
—En la parte de atrás de la cabeza está la puerta al mundo de
las almas —continuó Stella.
Mi hermana seguía intentando con sus brazos apagar su frío
interno. El brillo en sus ojos mostraba excitación.
—Una prueba —dijo de repente—. ¿Podéis darle una prueba de
que los espíritus existen?
Stella miró a la médium y esta afirmó con la cabeza. Se
levantaron y cerraron los ojos. Yo seguí pegada a la silla pensando
que mi hermana se había vuelto loca. Mi propia respiración parecía
contener todo el ruido de la habitación. Me dio la impresión de
que la luz de la estancia se volvía más tenue. Entonces, Stella
alzó la voz pidiendo a los muertos que se manifestaran. Moví la
mirada nerviosa entre ellas dos esperando a que abrieran los ojos.
Después me fijé en mi hermana. Me extrañó que siguiera sentada, y
que su cuerpo hubiera encontrado la calma mientras sus ojos se
transformaban en dos bolas de fuego sedientas de leña. Seguí
observando el entorno con un poco de miedo y de
estupidez. Acabaron los segundos
sin que se moviera el candelabro o se apagara la vela o se cayera el
cuadro. Stella y Patricia abrieron los ojos y yo me sentí aliviada
de que no hubiese sucedido nada. Aunque no creía del todo en estas
cosas, siempre había sentido respeto por los muertos. Fue en ese
momento cuando la médium me habló en inglés y Stella me lo
tradujo.
—Coge una libreta y un lápiz, apunta todos los colores y las
figuras que aparezcan en el sueño sin levantarte de la cama. Bebe un
vaso de agua antes de dormir y no bebas alcohol, así el camino a la
canalización estará libre de obstáculos para que los espíritus se
comuniquen contigo en sueños.
Asentí con la cabeza como un autómata.
—Por hoy ha sido suficiente —anunció Stella dando por
finalizada la visita y dejándome con la sensación del niño al que
le quitan una golosina.
Cuando me levanté de la silla volvieron a surgir las dudas, y que
se me atragantaron en la garganta, hasta el mismo instante en que
Stella empezó a cerrar la puerta al despedirnos.
—¿Por qué yo? Ni siquiera sé si creo en los espíritus.
Stella me sonrió cómo si fuese portadora de un secreto, y
simplemente se limitó a decir con voz maternal: ‘tenías que ser
tú’.
Nos fuimos y una mezcla de curiosidad y desconcierto vino conmigo.
sábado, 9 de enero de 2016
Segundo capítulo
El cartero del mar
Capítulo —2
Hacía unas horas que había vuelto de la casa de Stella. Mi hija
estaba dormida y mi marido se deleitaba con una copa de coñac frente
al televisor; al lado había otra, para mi. En los momentos difíciles
de la semana sueño con esos ratitos de placer. Sentada junto a él,
dejándome mimar por una caricia en el pelo o una palabra cariñosa.
Disfrutando de un buen licor y una película. En ese instante me
sentí enfadada, no concebía un viernes sin cualquiera de esas
cosas. Decidí no violar mi rutina y me senté muy pegada a él, más
que de costumbre. Cogí la copa con firmeza y con cada sorbo me
invadió una mezcla de superación y decepción mientras las palabras
de la médium se repetían en mi cabeza ‘No bebas alcohol’.
Cuando subimos al cuarto tuve que esquivar varias veces los brazos
de Rubén para meter la libreta y el lápiz que tenía en el bolso
dentro de la mesita de noche. Estaba acostumbrado a mi desorden, a la
aglomeración de libros y periódicos dentro y fuera de los cajones.
No me preguntó nada acerca de la libreta y tampoco le di tiempo a
hacerlo. Cerré el cajón con el pie y dejé que me atrapara. Después
de hacer el amor quedamos exhaustos, yo me apoyé en su pecho, pero
esta vez no conseguí conciliar el sueño. Di vueltas por la cama sin
lograr encontrar una posición cómoda y después de media hora de
insomnio, me empezó a escocer la cabeza por arriba y por detrás,
solo por la parte izquierda. Recordé las palabras de Stella a las
que en un principio no di importancia: ‘En la parte de atrás de la
cabeza está la puerta al mundo de las almas’.
Por fin el cansancio venció y conseguí dormirme. No sé cuánto
tiempo pasó antes de despertar impresionada por una visión de un
calcetín largo y blanco, tan blanco que parecía luz, por delante un
cordón azul lo cruzaba como si se tratase de los cordones de una
bota. Intenté perpetuar esa visión volviendo a imaginármela. Saqué
el cuaderno del cajón e iluminándome con la luz del despertador
empecé a escribir. Cuando terminé lo guardé debajo de la almohada.
Otra vez se me hacía imposible conciliar el sueño. Cuando ya tenía
decidido levantarme de la cama, empecé a tener visiones que
aparecían y desaparecían con la velocidad de un flash. Me quedé
inmóvil, con los ojos cerrados, intentando inmortalizar cada una de
ellas. Recordé la hermosura de una rosa de pétalos de color y
profundidad de un iceberg, de un celeste infinito que ni por un
instante me parecieron fríos; vi una carretera blanca y un lazo azul
que la recorría; una piedra gris como las que Stella tenía en la
mesa; un rombo verde con un ojo rojo en el centro. Mientras tanto, el
escozor de la cabeza seguía y seguía, y empezó a ser casi
insoportable. Lo único que quería en ese momento era dormir. No sé
cuál fue la última visión que tuve antes de conseguirlo cuando
desperté de nuevo sobresaltada, con la imagen de un gallo negro que
abría su pico rojo amenazándome. Recuerdo que aun con los ojos
abiertos seguí sintiendo esa amenaza. Me toqué la frente; estaba
sudando. Al otro lado de la cama todo estaba calmado. Tuve la
tentación de despertarlo, pero no lo hice. Me fijé cómo su pecho
subía y bajaba y, sin darme cuenta, mi respiración siguió su ritmo
hasta tranquilizarme. Lo abracé y me quedé dormida.
Por la mañana intenté leer la libreta y me sorprendí al descubrir
que mencionaba una espada que no recordaba. Algunas palabras
aparecían encima de otras, haciéndose mudas, y los trazos de unos
dibujos adornaban ese baile de letras, algunas legibles. Ese día
hablé con mi hermana y me comentó acerca de la música que sonó
durante las dos horas que estuvimos en casa de Stella. Me sorprendió
mucho porque yo no la había escuchado.
A medida que avanzaba la semana iban disminuyendo las visiones por
las noches y creciendo mis deseos de volver a casa de Stella, la
mujer de la que no recordaba el color de sus
ojos, y aun así seguía percibiendo su mirada ondeando dentro de mí.
Me sentía impaciente por fijarme en los adornos de su casa, por
descubrir el misterio que envolvía sus paredes, su mirada. Me
fascinaba el poder de sugestión de la mente, capaz de transformar
las palabras de la médium en sueños. Ni por un momento pensaba que
podían ser mensajes de los muertos, pero el conocer su significado
me producía una increíble sensación de vértigo. Tuve la
impresión de estar viviendo mi propia novela. Sin querer,
había entrado en el juego.
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